AMPARO FERNANDEZ

LO SIMBOLICO DEL OBJETO LLEVADO A UN TERMINO DE FALTA O DESEO

Puede que mi angustia parta del mundo que creé en el pasado. Ese en que para mí la amistad, la familia, el amor es una parte importante para mí.
Y ha estado presente en donde la figura del padre(es opuesta y se rompe). Creando un mundo de mujeres, donde la base era la amistad, el cobijo, el amor, que creía que tenía. Que al romperse ese mundo y crearse una amistad, que al principio no ubico, lo situó como calco de aquella parte.
Que en mi buscaba, ese que al ver que falta y que hay un deseo del otro que más bien eres tú que le das participe, pero que a veces esa angustia de lo contradictorio hace que todo parezca confuso.
Y te ubique en el lugar equivocado.
Que a su vez te sientas a gusto con el otro no siendo el espejo sino compartiendo su amistad.
Pero que a veces ese goce de armonizar tu mundo que está muerto porque acaba para dar vida a un existir, llegas a una reflexión que tal vez lo confuso te parezca injusto y quieres que la falta, el deseo adquiera realismo, obligando y no aceptando al otro tal como es, y llevándolo otra vez a tu mundo ese que fue creado y manipulado por tu inconsciente dejándote perdida.
Y haciéndote el calco que en la niñez buscabas y sigues buscando aunque irrepetiblemente vuelva a surgir y haga del goce una angustia, haciendo de esa unidad un hilo que una la vida de la muerte.
Que en parte mueres, para dar vida al otro y vivas para sufrir, por buscar algo que el otro no tiene del mismo modo que te miras al espejo.
Haciéndote un egoísmo fructífero pero que realmente si no lo sabes llevar puede ser dañino.

2 comentarios:

Vicent Llémena i Jambet dijo...

La amistad puede estar teñida de sexo o de amor, incluso de deseo, pero es la amistad, no es el "amor" que se suele llamar, en el amor interviene en la mujer una serie de pasos que circulan por la caída simbólica del Padre, o padre y la vuelta a él, un siempre simbólico, en nosotros mismos sin actuación real del padre o Padre, un simbólico violentamiento de éste, y es sólo nuestro porque sólo pasa en nuestra consciencia sin intervención o acción real de ese padre, quiero decir que puede pasar o pasa incluso mucho después de que este padre ya no viva con nosotros o no exista por haber muerto, es un Padre o padre, simbólico, que llevamos dentro, en la conciencia o consciencia. Pero en la amistad interviene también en otro plano ese violentamiento, en cada acto, en cada reunión de 2, 3, 4 o más personas, siempre hay unos roles de deseo que hacen que repitamos esos "arquetipos" de amor, amistad e incluso de desamor o muerte simbólica, y siempre simbólica, como una mala velada o un mal día por una discusión con alguien, pero que siempre nos da el paso a un nuevo renacer y otro nuevo, si quieres ponerle palabras de goce o materialistas, otro nuevo intento de vida, de estar dentro de la rueda de la vida, de estar llenando la falta, en el camino a encontrar el amor, y ese camino es la amistad, un camino hacia el amor.

Venga un abrazo y espero que te sirva de algo mi perorata, Amparo, la verdad es que es muy complicado todo y en el camino, mientras estamos encontrando la ¿verdad? (pues la verdad es la intención del discurso) es cuando estamos vivos y alegres, no cuando hemos llegado a ella, pues es entonces cuando viene la caída, y la vuelta a empezar en la ignorancia.

Un abrazo

Vicent.

Eduardo dijo...

Morimos siempre un poco cuando nos miramos en el otro y es que hay siempre un poco de deseo de muerte en nosotros mismos. Mirarnos desde un cuerpo que no se quiere habitar del todo nunca, no es fácil, y es que somos sobretodo “ser” y cuerpo habitable pero casi nunca habitado del todo, porque nuestro ser habita también en otras partes no físicas y dolorosas. Y esto en parte se debe a que sabemos que estamos solos y esta soledad si no la aceptamos nos crea ese conflicto con aquello que la “encierra”, nuestro cuerpo. Cuando nos miramos al espejo culpamos un poco al cuerpo de aquello que no soportamos de nuestro ser, no nos queremos reconocer y por lo tanto no nos amamos bien, no nos hacemos habitables del todo y nos buscamos en el otro como en un espejismo. Y esto es un error porque el otro no nos va a dar nunca el significante de lo que somos, nuestro sonido es único y solo nos podemos hacer a nosotros mismos desde este sonido, desde esa palabra que al otro le llega como un eco y si sonamos es por nuestro cuerpo y vacio que es desde donde tenemos este son, este ser, este existir y esa herencia del padre. Somos aquello que hacemos con la palabra, aquello que hacemos con el símbolo. Y es que siendo un poco música es difícil aceptar la fisicidad que nos impone un cuerpo. Pero es el cuerpo el medio que tenemos para trasmitir aquello que sentimos y es por el cuerpo que podemos también escuchar la voz del otro, ver lo que nos rodea y por lo tanto planificar, elegir y tener noción de la existencia del otro y no solo de la nuestra. Deberemos entonces amar nuestro cuerpo también aunque nos revele la soledad nuestra y la del otro porque en cualquier caso nos revela al mundo. Al mundo del padre y la madre, al mundo del amigo, al mundo de aquel a quien amamos que son un poco distintos mundos en uno solo. En nuestro solitario mundo, en nuestra soledad. Estamos solos Amparo cada uno de nosotros, pero hemos recibido “armas” como una herencia de la vida, como la mejor herencia que nos deja el “padre” con sus palabras, su amor y esas leyes que nos guían y estas son nuestras ahora y son nuestra propia voz… nadie puede sustituirlas porque nadie puede sustituirte. Tu eres tú con el estupendo cuerpo que te pertenece y con todo aquello que cultives en él para compartirlo con el otro que tú quieras, y para que ese otro te quiera lo mejor que podemos hacer es conocernos a nosotros mismos , querernos y cultivar amor para dar, perder y echar en falta…. aceptar este goce, es aceptar el dolor ,el deseo de la vida, la posibilidad de amar y ser amado.