AMPARO FERNANDEZ

OBJETO SOBREEXPUESTO

También tengo que entender, que la otra parte, quiere ese espacio de sigilosamente discretamente o escépticamente no estar presente, no alzar la mano que el yo interior, quiere acaparar, amarrar sobreexpone ese hilo que afinadamente vas recogiendo enrollado en ese ovillo que se desbarata, se contrae, y aleja, o se parte o partes, para luego juntar, o abandonar, o perdiéndose en ese azulejo en negrecido por las asperezas de no comprender al otro. Otro que infinitamente está, pero que a veces se evade, como el sujeto haría.
Ese que sustraes del espejo y que al mirar desconoces, y no aclara tu mente, ese que no puede ver reflejado del todo lo que realmente está ocurriendo, a no ser que entienda esas palabras que se van acaparando en ti, y poco a poco vas vomitando, pero que si de golpe al alguien que no las comprende, se choca entre un alienado paréntesis crispado y roto por querer que forme y comprenda lo que parece igual pero es diferente según el punto de aquella trayectoria que izaste en medio de ese huracán y que unos se quedan y otros intentan separar de sus labios el amor a esas palabras para convertirlas a las miradas de otros en objeto lucrativo o objeto de castración por lo desconocido lo diferente lo que impone y va dañando al que está cerca de ti por que no muestras no aceptas, que no eres tú.

1 comentario:

Eduardo dijo...

Nadie nos va a entender del todo y menos aún si el otro también se buscase fuera de sí mismo o te viese como objeto designado por un tercero que tampoco te conoce… esto solo genera confusión, imágenes distorsionadas… y esto es una putada porque tenemos que aprender a movernos en estos garabatos de nosotros mismos, que a veces hacemos nosotros mismos y muchas otras los demás y las extrañas intenciones y los extraños lugares que habitamos en el mundo social… donde los valores se desvirtúan y donde es difícil ser uno mismo o que te dejen serlo. Solo tú sabes que hay dentro de ti… y tu visión del mundo se conformará por lo que forjes en tu interior. No se puede encontrar en los demás esa esencia tuya, este significante, algunos te valoraran y otros no querrán valorarte o no se interesaran en conocerte bien. No hay nada más frustrante que empeñarse en estar allí donde no te quieren o donde habita una imagen de ti con la que no puedes identificarte… Los prejuicios los forja uno y no darles lugar es el esfuerzo de cada uno, pero estos no habitan solo en uno mismo, están también fuera, en todos aquellos que por miedo, desconocimiento o satisfacción de un cutre poder sobre el otro les otorgan un lugar. Las dificultades de superarse y de conocerse a uno mismo están en todos. No tiene que importarte “demasiado” lo que piensen los demás cuando estás segura de tus propios actos y conoces bien tus intenciones, estarás con aquellos que sepan recibirte bien. La castración que se puede sentir en el ámbito social, tal y como está el patio, es inevitable y necesaria para que surja la queja y el descontento. Pero uno tiene que conocerse a si mismo bien precisamente para no crearse fantasmas en el otro, o convertirse en fantasma para el otro. Estamos para satisfacer los deseos del otro como un acto de entrega voluntaria, porque amamos y nos reconocemos en él, y esto no significa que nos identifiquemos siempre con el otro para poder amarlo. Pero no estamos para ser esclavos del deseo incontrolado del otro ni para ser objeto de sus deseos y esto solo lo podrás ver tu sola. Has de valorarte y defender aquello que eres si es defendible, es decir si ocurre con las personas que quieres y te importan y vas a ser escuchada, sino es así no merece la pena semejante desgaste y dificultad. La “elección” que a veces hacen los otros con respecto a uno, es su elección y esto no te convierte para nada en el objeto elegido por ellos. Si no son importantes en tu vida o tú no lo vas a ser nunca para ellos… que les den mucha morcilla. A veces uno se expone al otro con toda generosidad, es decir mostrando también aquello que nos hace imperfectos y vulnerables, lo que hace el otro con esa vulnerabilidad es lo que a mí me sirve para identificarme y para depositar mi confianza o para no darle al otro un lugar si es que solo va a jugar conmigo. Sé que soy imperfecto incluso con mis mejores intenciones, pero son las intenciones las que deben contar y no esa imperfección donde el otro muchas veces deposita toda la mierda que no quiere encontrar en su interior y yo no soy su cloaca. Tengo la mía propia donde he de seguir aprendiendo a depositar aquello que me produce un terror escatológico y ese tufo que me hace humano y que a mí no me da ningún asco.