Los ojos sin rostro - La creacion de un fantasma. Eduardo Gutiérrez

Ello, yo y súper yo = Eduardo

Las primeras imágenes de esta película ya nos trasladan a una mirada subjetiva que nos coloca en un ámbito siniestro… La mirada recorre un paisaje nocturno en el que parece que nos adentramos entre árboles iluminados como por una luz fantasmagórica a un lugar espectral, de blancos y negros contrastados, de luces y sombras que se evitan como si no pudiesen reposar en la materia que habitan. Un paisaje alucinado como alucinados parecen ser los ojos de quien realmente está mirando y cuya mirada en ese inicio queda fuera de campo, sustituida por la nuestra que ocupa un lugar angustioso, poco más tarde sabremos que esa mirada ocupaba realmente un lugar angustiado. El de una Alida Vali con ojos que parecen no ser de este mundo y que habitan en su semblante como si este no fuese su lugar natural como también más tarde sabremos… Si el inicio es siniestro (la música acompaña esta sensación), la primera aparición del rostro que sostenía ésta mirada lo corrobora y además se subraya en unos planos donde no solo se nos muestra el rostro de quien miraba aquel paisaje de pesadilla sino de alguien mas que ya no mira (porque su mirada fue robada) y permanece inerte en el asiento de atrás del coche. Un muerto. Un ser muerto disfrazado con capa y sombrero de cuya cabeza vendada cuelgan unas gafas ocultando su rostro y cuyos cristales parecen ser el único reflejo de la vida. En este plano nos encontramos de golpe con dos miradas desconcertantes, una mirada que en su intensidad y frialdad parece mostrar algo más allá de lo vivo y otra que esta eclipsada por unos cristales que reflejan la apariencia de la vida pero que ocultan la muerte. En unos instantes observamos como ese cuerpo muerto que finalmente se descubre como el de una joven es arrastrado y arrojado a un rio, también lleno de reflejos y brillos que oscilan entre luces y sombras, entre la vida y la muerte, que absorbe ese cuerpo engulléndolo entre sus aguas cristalinas, un espejo devorando una imagen. Y es que en esta película el reflejo parece tener un lugar importante… ni que decir tiene lo importante que es en ella lo reflejado, lo que aparece devuelto de la imagen… la apariencia fantasmal, el semblante y la ausencia de él. La invención de un semblante, la creación de un fantasma. La creación de un otro cuando se le da un semblante que no es el suyo porque es la propia mirada nuestra la que no aceptamos… Porque en “Les yeux sans visage” si hay algo que flota con apariencia fantasmal es la no aceptación de uno mismo, la no identificación de uno mismo en una doble vertiente. Por un lado la imposibilidad de identificación por la pérdida del semblante propio, y la imposibilidad de aceptación del semblante del otro por los sentimientos de culpa, los remordimientos y el odio también de cada uno (El propio semblante enmascarado en el otro). Ante tal falta de familiaridad con el propio rostro y la propia mirada todo en esta película se tiñe de lo siniestro… desde la apariencia de los arboles a los que se alude en varias ocasiones como reflejo de una naturaleza que ha perdido su forma tornándose antinatural y la aceptación de tal deformación (interesantes los planos de los reflejos de los árboles deformados sobre los coches y la frase que le dice Alida Vali a una de las victimas “Desde tu habitación tendrás al amanecer unas bonitas vistas sobre los arboles”… hasta los rostros de los tres protagonistas: El de Alida Vali porque es la reconstrucción de un rostro que ha dejado de ser propio, despersonalizado, un rostro androide que acata ordenes como un autómata, y como tal actúa casi sin conciencia; el de el Doctor (y padre de las criaturas que deforma)un rostro a quien los remordimientos y la culpa han llevado a la deformación personal, a la inaceptación de sí mismo y los que le rodean y a la perdida más absoluta de humanidad. Un monstruo creador de monstruos; y por último el rostro deformado de la hija, verdadero fantasma en vida ante la imposibilidad de identificación consigo misma y con los que le rodean al carecer de rostro propio y ser inaceptada y ocultada para todos los demás negándole una existencia propia, incluyendo su propio reflejo, habitando una casa donde los espejos no tienen cristales y no devuelven ninguna mirada. Personaje fantasmal que en un final verdaderamente poético se revelará para finalmente existir desde esa apariencia, con la destrucción de una falsa madre de rostro extranjero en todos los sentidos con quien la identificación es imposible y la destrucción del padre con todo lo que ello simboliza, pero quedando también ligada de esta forma a el fantasma de los otros y de sí misma. Un verdadero fantasma en vida. Sin identidad de ningún tipo, sin vínculos ni símbolos, sin amor pues el único que tenía asistió a su simulado funeral.
Interesantísima película que nos hace reflexionar sobre la construcción y deformación de identidades, Cuando la propia mirada llena de culpa, odio o remordimiento encuentra su lugar en el rostro ajeno y nos deforma gravemente por dentro y nos lleva a enmascarar esos semblantes que revelan aquello que no aceptamos en nosotros mismos tratando de darle al otro una apariencia que o bien oculte su mirada o bien la trasforme llevándonos a nuestra propia destrucción y a la destrucción del otro convirtiéndolo en un ser fantasmal. Convirtiéndonos en seres enmascarados y esclavizados por nuestros deseos más siniestros. Convirtiendo al otro en victima de nuestros peores deseos y pesadillas.
Acabo de leer un artículo en el periódico Le monde sobre “Los esclavos de Europa”, todas aquellas personas residentes ilegales a las que se explota y a las que se les priva de su identidad pues esta es secuestrada, secuestrados sus papeles y sus esperanzas, personas a las que se les sustituye el nombre por un numero, a las que se les priva de dignidad, a las que se les aparta de sus familiares, a las que se les priva de derechos, a las que se les roba su amor propio, a las que se extermina en condiciones infrahumanas… ¿Acaso no son fantasmas creados por esta sociedad capitalista voraz, acaso no somos todos un poco fantasmas en este espejo que la realidad nos muestra?... ¿Con qué ojos nos miramos… que rostro nos ponemos?.
Les yeux sans visage – George Franju 1960

10 comentarios:

Vicent Llémena i Jambet dijo...

Yo voy a comentarte el comentario más que la película, que intentaré ver pues por como la has puesto debe de ser una gran película, lo cierto es que en el otro dejamos parte de nuestro rostro o lo que tú dices, damos al otro los miedos o los odios de la no aceptación que hacemos de nosotros mismos, si a la vez lo aumentamos con esperar de ese otro una mirada complaciente o simplemente de deseo el cóctel puede ser muy fuerte y es lo que en mi análisis tuve la certeza de que todo comenzaba por mí mismo, incluso los actos en los que yo no intervengo, a veces se puede caer en la soberbia de hacerse pasar por un padre creador o protector de personas y actos, pero he visto en esta solución de la "inexistencia" del otro o mejor, de la equiparación del otro conmigo mismo la solución a muchos problemas, tienes razón y me das ganas de ver la película, que intentaré conseguir, al menos, para comprender tu comentario, o verlo desde tu punto de vista.

Muy bueno el comentario sobre la película, y bien construído, porque da la sensación, al principio de comenzar a leer una obra poética, de prosa poética que va tomando armoniosamente el tono de análisis cinematográfico. Muy bueno Eduardo.

Eduardo dijo...

Creo que el otro, no es que no exista... le otorgamos existencia cuando nos miramos en el..y de esta manera lo construimos o destruimos pero siempre como algo de nosotros mismos, como un espejo en el que nosotros nos miramos y nos vemos representados, aunque realmente a veces ese espejo nos devuelva una imagen con la que no nos podemos identificar, en este caso el otro es el otro y lo dejamos marchar a no ser que nos importe lo suficiente para querer recuperar una mirada que sentimos perdida,pero si lo dejamos marchar del todo no tendra existencia para nosotros, otras veces si nos identificamos aunque nos muestre algo de nuestra mirada que no queremos aceptar. Solo cuando nos hacemos cargo del otro le damos existencia, pero a veces tambien nos hacemos cargo del otro fantasmal que creamos aunque lo queramos ver como algo ajeno.. y en realidad tambien somos nosotros mismos.

Eduardo dijo...

yo tuve un jefe al que no veo desde hace años... en realidad no deberia tener existencia para mi puesto que no volvere a verle nunca mas en mi vida y realmente no se porto nada bien conmigo...sin embargo algo de él continua existiendo en mi...es un yo fantasmal porque parte de lo que permanece reflejado en él soy yo mismo...mis sentimientos de inutlidad...mis dificultades de integracion..etc etc.. aquello de mi mismo a lo que me tuve que enfrentar y no aceptaba... y ahí esta él como un fantasma... Aunque tambien existia esa inaceptacion suya que ya no deberia importarme, si regresa en mi cabeza creo que es en parte por lo que yo veo en él de mi mismo.

Vicent Llémena i Jambet dijo...

Claro, algo del otro hay, del "2" que me decía Teresa, el "1" sería el amo, o el gran otro u Otro si quieres, pero el otro existe en nosotros, y lo mágico es que también existe en el exterior.
Es como si yo digo: Acepto la realidad pero me desahucian de mi piso, entonces hay una ley que forma parte del otro, y sería muy duro decir que yo estoy en este mundo con tales leyes porque lo he deseado, sería, ya te digo un cambio radical en nuestra visión del otro, pese a que algo de eso hay, pero con el milagro del misterio del real lacaniano, al que no hemos de darle palabras ni cuerpo porque se nos hace absurdo, como la proposición que acabo de hacer, es algo mágico.

No sé, yo también tengo mis dudas sobre el otro, y el Otro o Dios o el amo.

Eduardo dijo...

Quizas la confusion viene a veces dada por la dificultad de distinguir entre el otro y el semblante... El otro es muchas veces el semblante que vemos y construimos, algo subjetivo que hacemos desde nosotros hacia él, y en esa construccion del semblante nos colocamos a nosotros mismos.Porque el otro es nuestra impresion de ese semblante que conformamos con todo lo que le atribuimos al otro,y en esa atribucion siempre hay algo de nosotros mismos. El otro es un lugar que nosotros habitamos

imaginave dijo...

joder como filosofais, me encanta
toni

Vicent Llémena i Jambet dijo...

Claro, Toni, yo sabía perfectamente que Eduardo era un filósofo, y que por eso nos parecemos, a ver si tú también te animas, es dejar el bolígrafo andar solo...

Y Eduardo, claro, que el otro es el lugar en que habitamos, bonito concepto, me lo apunto.
Es el lugar en que habitamos y en parte somos responsables de él, ahora comprendo cuando Sartre dice que fue responsable del nazismo por no oponerse a él en la Francia ocupada, un poco ese semblante no del que nos creamos de nosotros mismos en el otro como espejo, que también, sino del de ver el misterio de que hay un otro del que somos en mayor o menor parte responsables, es, valga la redundancia el gran misterio, que configura una parte del nudo, quizá el Espíritu Santo o lo real lacaniano.

Vicent Llémena i Jambet dijo...

...así el otro como tú dices es algo que vemos y construímos pero de nosotros hacia él y de él hacia nosotros, como el milagro del experimento de las vibraciones alejadas años luz que si le das vibración a una la otra también la siente de igual manera. El verbo hecho carne, Dios hecho carne, la magia de la palabra del lenguaje, el lenguaje crea el deseo y éste al lenguaje. El semblante por otro lado es el espejo de estar deseando o mejor gozando o queriendo gozar a nosotros mismos en el falso otro como un espejo.

Vicent Llémena i Jambet dijo...

Lo que pasa Eduardo es y no te equivoques en la confusión y la no unión del éthos y el logos, de lo individual y lo colectivo, donde radica nuestro síntoma, y hemos por tanto de vivir con él, diluirlo sería destruirnos.
Es como el matemático que alcanza su teoría y se suicida de la alegría, o mejor, de saber que ha muerto toda su vida, el camino que le llevó a ella ha dejado de existir, lo ha dejado atrás y ya no se ve capacitado a volver a comenzar otro, una nueva matemática. Es un poco la meta como colofón, o el orgasmo como colofón y muerte.

afernandez dijo...

me ha gustado mucho