El musical americano - Eduardo Gutiérrez




SOMBRERO DE COPA

La música ha sido fiel compañera del cine incluso cuando este era mudo. Desde las primeras proyecciones cinematográficas en público, existían en las salas de cine pequeñas orquestas o de manera más general, un o una pianista que interpretaba delante de la pantalla melodías dirigidas a reforzar el efecto de las imágenes.
En cualquier caso, la música de cine, no adquiere importancia real hasta que nace el sonido sincronizado con la imagen, es decir, el cine sonoro. De hecho el ritmo de las películas con el cine sonoro, adquiere un timing mas lento y era frecuente que entre plano y plano, entre las réplicas de los diálogos, se produjeran vacíos y baches que había que rellenar y para ello la música fue la panacea. Con la incorporación a las imágenes de la música de fondo, se lograba dar a aquellas sin esfuerzo, un ritmo que el cine mudo no tenía, lo que le faltaba en fluidez al lenguaje sonoro recién nacido se suplía con la música.
Naturalmente, no es una película musical cualquiera que tenga incorporada música, de lo contrario lo serian todas las películas del cine sonoro, y tampoco es un musical necesariamente la película que incorpora a su acción una o varias canciones o escenas de baile. El film musical, es aquel en el que las escenas de canto y baile son fundamentales, y en el que el ritmo musical es esencial para la acción, de tal manera que el espectador tiene la sensación de que llegado a un punto de la acción, los personajes no van a tener mas remedio que ponerse a cantar o a bailar porque la acción esta encaminada a este fin.
Durante mucho tiempo, a pesar de que el primer musical “El cantante de Jazz” era ante todo un tremendo melodrama, el género musical, despreciado como tal genero en si mismo, tenia asociado el calificativo de comedia, o comedia musical, como si solo la comedia pudiese ser tratada en clave musical. Aunque es cierto también que durante mucho tiempo ambos conceptos marcharon emparejados, y si bien había muchas comedias que no eran musicales apenas existían musicales que no fueran comedias.
En la actualidad, parece claro que el genero musical puede abarcar todos los demás géneros, el musical puede ser trágico, patético, épico…como lo demuestran títulos como “A Nacido una Estrella” de George Cukor, película esencialmente trágica no solo porque termine con el suicidio de la protagonista, o “Cabaret” de Bob Fosse, donde al patetismo y la tragedia individual, se une una lucida reflexión política sobre la resistible ascensión del nazismo.
Es un hecho irrebatible que el musical es un genero específicamente americano. Cuando el cine nace y cuando se hace sonoro, Estados Unidos posee una tradición del espectáculo popular que falta en otros países o que de existir es inadaptable al medio cinematográfico. Existe en Alemania el Cabaret, en Francia el Café-Concert o el Tablado español, pero su traslación al cine no es muy viable. La comedia musical americana en cambio sí es asimilable, y se convertirá en patrimonio poco menos que exclusivo de hollywood. En Estados unidos ha existido siempre un sentido del espectáculo que no existió en otros países, quizás debido a la confluencia de emigrantes y culturas de las mas diversos lugares, en cualquier caso, lo cierto es que el espectáculo con música, ya sea music-hall, burlesque, vaudeville o comedia musical, ha tenido en Estados Unidos una trascendencia como en ninguna otra parte del mundo, de tal manera que su cine cuando conoce el sonoro no es de extrañar que se ponga a cantar antes que a hablar. (Cosa esta ultima que con frecuencia seria de agradecer sobre todo hoy en día).

Todos los géneros del musical escénico teatral participaran en este súper genero que es el musical cinematográfico, unos como el burlesque o el vaudeville, perderán a causa de la censura buena parte de su audacia y agresividad, otros como el música-hall, sirviendo en bandeja al nuevo medio del cine sus figuras mas consagradas, sus números ya legendarios, para difundirlos de una manera hasta entonces impensable.
Broadway se convertirá en la cantera de Hollywood, de donde van a salir los nombres ya celebres que darán gloria a los primeros años del cine musical, no solo en la interpretación, sino también en el de la dirección, la coreografía y la música.
En la década de los treinta, el musical americano estará dominado por dos nombres, el de Busby Berkeley en su etapa para la Warner, y el de la pareja formada por Fred Astaire y Ginger Rogers, en sus nueve títulos que interpretaron para la RKO.
Berkeley marcara con su dirección y coreografías extravagantes todo un estilo personal, con una concepción del musical procedente de Broadway, es el primero en otorgar al genero una nueva dimensión y en liberar al genero de ser una mera reproducción de números concebidos para el escenario, trastocando los conceptos de tiempo y espacio mágicamente, de manera que el ritmo que crea no seria posible sobre un escenario ni podría ser concebido por un director de escena.
Sus películas mas memorables son “La calle 42” de Lloyd bacon, “Vampiresas 1933” de Mervin Le Roy o “Desfile de candilejas” también de Lloyd Bacon, “Música y mujeres” de Ray Enright o “El altar de la moda” de William Dieterle con la insólita pareja formada por Bette Davis y William Powell. Además de estos actores fueron también habituales de Berkeley, Dick Powell, Rubby Keeler, Ginger Rogers, o Al Jonson por citar algunos.
En todas estas películas aunque figuren como directores otros nombres, Berkeley es el responsable absoluto de los números musicales, los cuales ofrecen una unidad de estilo muy por encima de los que firmaban la dirección de estos films, los cuales se limitaban a dirigir solo las escenas de comedia, el resto lo filmaba Berkeley con absoluta independencia, haciéndose cargo de todo, desde la posición de la cámara hasta el montaje. Berkeley es el primer gran nombre que determina las características no solo del musical de una época sino del musical como genero.
Al igual que Busby Berkeley, Fred Astaire y Ginger Rogers con sus nueve películas para la RKO, hicieron una aportación decisiva al musical americano. La elegancia de Astaire contrastaba con la vulgaridad de Rogers, consiguiendo una química especial, un contraste del que surgía por magia de la danza una especial armonía.
Los films de Astaire y Rogers fueron además de excelentes musicales, esplendidas comedias, gracias a sus cualidades de interpretación y el talento de los realizadores puestos a su servicio, de entre los cuales destaca Mark Sandrich a quien se deben cinco títulos fundamentales : “La alegre divorciada”, “Sombrero de copa”, “Sigamos la flota”, “Ritmo loco” y “Amanda, la paciente peligrosa”. Y George Stevens a quien se debe la maravillosa “En alas de la danza”.
Los films de Astaire-Rogers han resistido el paso del tiempo porque en ellos había algo más que bellos números de bailes. Sus películas eran de una absoluta modernidad en cuanto a la fluidez con la que las escenas de danza, o las canciones se integraban en el contexto general. Todo formaba una perfecta unidad, las escenas de comedia y las escenas de danza eran algo mas que simples números y ambas tenían sentido en su relación mutua, marcando un especial ritmo común de una particular viveza.

1 comentario:

Vicent Llémena i Jambet dijo...

Un artículo, comentándolo connotativaemente, de una sensibilidad, saber y academicismo que es de admirar. Yo personalmente no amo mucho el cine musical, aunque tengo entre mis películas de "videocera" Cabaret, Sonrisas y lágrimas que se acaba de interpretar en el principal después de un mes y medio y más de cincuenta representaciones y Víctor o Victoria, me parece que el tema de la injusticia, el fanatismo, y la intolerancia da para mucho y como no también puede ser representado, como bien dices, en un musical.
Bien, te dejo Eduardo, diciéndote que me ha encantado sobre todo la perfección, siempre hablando connotativamente de tu artículo a parte de todo lo demás.
Muy esclarecedor.

Un abrazo

Vicent