Por qué debemos abandonar el modelo de enfermedad en la atención de salud mental

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En el siguiente artículo publicado el pasado 17 de noviembre en Scientific American, el psicólogo clínico Peter Kinderman destaca el rol de los factores psicológicos en los problemas de salud mental, experiencias que, según su punto de vista, no pueden explicarse sólo en términos biológicos, sino más bien como el resultado de ciertas situaciones sociales que nos acontecen y que afectan la manera en que visualizamos el mundo que nos rodea. Kinderman señala la necesidad de alejarse del modelo de enfermedad que busca patologizar experiencias de desequilibrios emocionales que son respuestas totalmente humanas. Respuestas que, según la psiquiatría, deben ser resueltas a través del tratamiento farmacológico. El psicólogo británico afirma que tenemos en nuestras manos alternativas para generar un revolución en el campo de la salud mental, sin embargo, aún existen limitaciones tanto en la manera en cómo se abarcan estos problemas como también en los servicios de salud mental (por ej., centros comunitarios) donde el modelo de “enfermedad mental” ha podido mantener su presencia a través de los medicamentos como la solución principal.
Por Peter Kinderman
Peter Kinderman es director del Instituto de Psicología, Salud y Sociedad de la Universidad de Liverpool, Inglaterra.
Peter Kinderman es director del Instituto de Psicología, Salud y Sociedad de la Universidad de Liverpool, Inglaterra.
La idea de que nuestras emociones más angustiosas, como lo es la tristeza y la rabia, pueden comprenderse mejor como síntomas de un malestar físico, se ha vuelto general y seductora. Pero, bajo mi punto de vista, es también un mito, y uno dañino. Nuestra actual estrategia para ayudar a personas vulnerables con problemas emocionales graves se encuentra severamente obstaculizada por ideas anticuadas, inhumanas y fundamentalmente sin base científica sobre la naturaleza y los orígenes de los problemas de salud mental. Necesitamos un cambio radical y total, no solo en la forma en que comprendemos los problemas de salud mental, sino también en cómo diseñamos y ejecutamos los servicios en salud mental.
 Claridad sin un diagnóstico
Incluso las autoridades médicas principales han comenzado a cuestionar la medicalización progresiva de la vida normal y a criticar la poca confiabilidad, validación, utilidad y humanidad del diagnostico psiquiátrico convencional. Es importante que seamos capaces de definir, identificar y medir el fenómeno que estamos intentando estudiar y los problemas por los cuales la gente busca ayuda. Pero confundimos en vez de ayudar cuando utilizamos el lenguaje de la enfermedad médica para describir la respuesta entendible, humana y por supuesto normal de las personas ante circunstancias angustiantes o traumáticas. Entonces, hay razones éticas y humanitarias para ser escépticos frente al diagnostico psiquiátrico tradicional. Es extraño, pero enormemente significante que las estadísticas de confiabilidad para la influyente franquicia del DSM (Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos mentales) de la Asociación Americana de Psiquiatría han estado cayendo de manera constante a través del tiempo. Es difícil distinguir diferentes “trastornos” de manera fiable, pero también es difícil identificar factores de riesgos etiológicos biológicamente específicos. De hecho, el director del Instituto Nacional de Salud Mental, Thomas Insel, sugirió recientemente que los diagnósticos psiquiátricos tradicionales han perdido su utilidad.
 El entendimiento en vez de la etiología
Es demasiado fácil asumir que los problemas de salud mental – especialmente aquellos más severos que atraen diagnósticos tales como el trastorno bipolar o la esquizofrenia – deben ser enfermedades biológicas misteriosas, aleatorias y esencialmente desconectadas de la vida de la persona. Pero cuando comenzamos a hacer preguntas sobre este modo de pensar del modelo de enfermedad tradicional, estas suposiciones empiezan a desmoronarse.
Algunos neurocientificos han afirmado que toda angustia emocional puede ser explicada finalmente en términos del funcionamiento de nuestras sinapsis neurales y sus neurotransmisores que transmiten señales. Pero esta lógica se aplica a todo el comportamiento humano y a cada emoción humana y no diferencia entre la angustia patológica – explicada como un producto de los “desequilibrios” químicos – y emociones “normales.” Además, si bien es claro que la medicación (como muchas otras sustancias, incluyendo las drogas y el alcohol) tiene un efecto sobre nuestros neurotransmisores, y por ende, sobre nuestras emociones y comportamiento, lo anterior está lejos de apoyar la idea de que las experiencias de angustias mentales son causadas por los desequilibrios en aquellos neurotransmisores.
Muchas personas continúan creyendo que los problemas serios, tales como las alucinaciones y las creencias delusorias, son de origen esencialmente biológicos, sin embargo, ahora tenemos bastante evidencia que las experiencias traumáticas de la infancia (pobreza, abuso, etc.) están asociadas a experiencias psicóticas posteriores. Existe una suposición casi instintiva de que el suicidio, por ejemplo, es una consecuencia de una enfermedad subyacente, que se puede explicar solo en términos biológicos. Pero esto se contrasta con la observación de que la reciente recesión económica ha tenido un impacto directo sobre los índices de suicidio, un ejemplo bastante dramático (y triste) sobre cómo los factores sociales impactan en nuestra salud mental.
La actividad neuronal y los procesos químicos en el cerebro yacen detrás de todas las experiencias humanas y es útil, sin duda, para comprender más sobre cómo funciona el cerebro humano. Sin embargo, esto es muy distinto de asumir que algunas de esas experiencias (psicosis, depresión, ansiedad, etc.) deberían ser clasificados como enfermedades. El cerebro humano no es sólo una estructura biológica compleja; es también un motor de aprendizaje fantásticamente elegante. Aprendemos como resultado de los eventos que vivimos, y existe creciente evidencia que los problemas de salud mental severos no son meramente el simple resultado de genes defectuosos o de químicos cerebrales. Son también el resultado de la experiencia – una respuesta normal y natural a sucesos terribles que nos suceden y que dan forma a la manera en que visualizamos el mundo.
Estigma y empatía
Tradicionalmente, la idea de que los problemas de salud mental son enfermedades como cualquier otra y que por tanto las personas no deberán ser culpados o considerados responsables por sus dificultades, ha sido vista como una herramienta poderosa para reducir el estigma y la discriminación.
Desafortunadamente, el énfasis sobre las explicaciones biológicas para los problemas de salud mental podría no ayudar debido a que presenta los problemas como una parte fundamentalmente heredada e inmutable del individuo. En contraste, un enfoque más genuinamente empático seria entender cómo todos respondemos emocionalmente a los desafíos de la vida.
Pero, las cosas están cambiando. A través de alrededor de los últimos 20 años , hemos visto un crecimiento receptivo y muy positivo por parte de los movimientos de usuarios y sobrevivientes de la psiquiatría, donde las personas que han vivido el tratamiento psiquiátrico participan activamente en campañas para reformas, y también señales de una cobertura más responsable de los medios. Estamos recién comenzando a ver los inicios de transparencia y democracia en la atención de salud mental. Esto ha conducido a llamados para alternativas radicales de los modelos tradicionales de atención, pero yo argumentaría que no necesitamos desarrollar nuevas alternativas. Ya tenemos alternativas efectivas y poderosas. Sólo debemos utilizarlas.
 Terapia
Los profesionales de la salud han manifestado sus inquietudes sobre los beneficios relativos de la medicación psiquiátrica y existe mayor evidencia sobre la efectividad de las terapias psicológicas, tales como, la terapia cognitivo conductual. De hecho, incluso para las personas con problemas de salud mental muy serios, como aquellos que conducen a un diagnostico de esquizofrenia, e incluso para aquellos que escogen no tomar medicamentos, dichas terapias son prometedoras.
Debemos situar a las personas y a la psicología humana en el eje de nuestros pensamientos. La ciencia psicológica ofrece modelos científicos sólidos para la salud mental y el bienestar, las cuales integran descubrimientos biológicos con la evidencia substancial de los determinantes sociales de la salud y del bienestar, mediado por los procesos psicológicos.
Debemos alejarnos del modelo de enfermedad, el cual asume que el desequilibrio emocional es meramente un síntoma de la enfermedad biológica, y en cambio adoptar un modelo de salud mental y de bienestar que reconozca nuestra humanidad compartida y esencial. Nuestra salud mental depende, en gran medida, de nuestro entendimiento del mundo y de nuestros pensamientos sobre nosotros mismos, otras personas, el futuro y la sociedad. Los factores biológicos, factores sociales y los factores circunstanciales – nuestra experiencia humana – afectan los procesos psicológicos claves que nos ayudan a desarrollar nuestro sentido de quiénes somos y la manera en que funciona el mundo.
Un Nuevo enfoque
Portada del libro “Una receta para la psiquiatría: Por qué necesitamos un enfoque completamente nuevo hacia la salud mental y el bienestar”.
Portada del libro “Una receta para la psiquiatría: Por qué necesitamos un enfoque completamente nuevo hacia la salud mental y el bienestar”.
En mi nuevo libro, Una Receta para la Psiquiatría, ofrezco un manifiesto para la salud mental y el bienestar. Argumento que los servicios deberían estar basados sobre la premisa de que los orígenes de los desequilibrios mentales son mayormente sociales. La idea principal que sustenta los servicios de salud mental necesita cambiar; desde una suposición de que nuestro rol es tratar una enfermedad hacia una apreciación de que nuestro rol es ayudar y apoyar a las personas quienes están afligidas como resultado de sus circunstancias de vida.
Esto también significa que debemos remplazar los diagnósticos tradicionales con descripciones claras, sencillas y directas de los problemas. Debemos dejar de considerar los desequilibrios emocionales de las personas que son muy reales como meramente síntomas de una “enfermedad” diagnosticable. Una simple lista de los problemas de las personas (definidas adecuadamente) tendría una mayor validación científica y seria más que suficiente como base para la planificación de la atención individual y para el diseño y la planificación de los servicios. Esto no significa rechazar el rigor del método científico – es más bien lo contrario. Mientras los diagnósticos psiquiátricos carecen fiabilidad, validación y utilidad, no existe una barrera para la definición operacional del fenómeno específicamente psicológico y es igualmente posible desarrollar planes de tratamiento coherentes desde aquella base.
Todo esto significa que debemos alejarnos del diagnostico de la enfermedad y de la búsqueda de una etiología biológica y en vez de eso, identificar y entender los mecanismos causales del fenómeno definido operacionalmente como psicológico. Nuestros servicios de salud deben reducir considerablemente nuestra dependencia sobre la medicación para abordar el desequilibrio emocional. No debemos basarnos en la medicación para “curar” o incluso “manejar” “enfermedades” subyacentes que no existen.
Debemos ofrecer servicios que ayuden a las personas para que se puedan ayudar ellos mismos y a otros en vez de desempoderarlos – servicios que faciliten la “agencia personal” como se dice en la jerga psicológica. Esto significa involucrar un rango amplio de trabajadores comunitarios y psicólogos en equipos multidisciplinarios, y promover soluciones psicosociales en vez de médicas. Donde la terapia individual sea necesaria, con terapias psicológicas efectivas, basadas en la formulación personal (y por ende, individualmente adaptadas) y deberían estar disponibles para todos. Cuando las personas se encuentran en una crisis grave, el cuidado residencial podría ser necesario, pero esto no deberá ser visto como un asunto médico. Dado que un modelo de enfermedad es inapropiado, también lo es el atender a las personas dentro de pabellones hospitalarios. Se necesita un modelo diferente de atención.
Adoptar este enfoque resultaría en un cambio fundamental desde un enfoque medico a uno psicosocial. Significaría moverse desde un hospital a una atención residencial social y una reducción significativa en cuanto a la medicación. Y debido a que las experiencias de negligencia, trauma y rechazo son enormemente importantes en el origen de muchos problemas, necesitamos intensificar nuestros esfuerzos para abordar los asuntos subyacentes del abuso, discriminación y la inequidad social.
Este es un llamado inequívoco para una revolución de la manera en que conceptualizamos la salud mental y cómo proveemos el servicio para las personas que se encuentran con desequilibrios emocionales, pero creo que es una revolución que ya se encuentra en camino.
 Traducción: Tatiana Castillo Parada

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